sábado, 23 de junio de 2012

De naufragios


La tormenta arrecia con sus olas de fuego
destrozando las velas, desollando la barca
el mar la invita desafiante al ruedo
y las sirenas esperan, ríen y cantan.

El bote vuela entre las olas cristalino
lívido como una pluma llevada por el viento,
frágil resiste su naufragio repentino
y extiende sus dedos sin vida al firmamento.

No puede aferrarse, es inútil, se resbala
ya no hay ángel en el cielo que lo asista,
los tifones implacables lo hieren como dagas
bebiendo la espuma de las olas agoniza.

Naufragó como siempre pensó que lo haría,
hundiéndose solo en los laberintos abismales
en mitad del mar, sin brújula ni guía,
bajo el complaciente gozo de las musas infernales.


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